Al fin llegaron las vacaciones… y las lluvias. Muchos de nosotros estaremos enfadados con el cielo y el agua que interrumpe el descanso y las procesiones.
Nos hemos olvidado de la sequía, pero el campo, entre las heladas y la falta de humedad, se resecaba echando a perder las cosechas y amenazando con incendios forestales como si ya fuera verano. Si observamos con atención, la flor de la mimosa se ha retrasado un mes y los brotes en las higueras se asoman sin fuerza porque la planta no tiene savia con la que empujar.
La Vida siempre es escuela para las personas con la mirada atenta y el corazón despierto. Cuando no hay lluvias la tierra se endurece y no brota la vida. Cuando no nos alimentamos ni nos humedecemos, nuestra tierra se agrieta y dejamos de dar vida. Entonces se produce un movimiento maravilloso: dejamos de mostrarnos hacia afuera y ahondamos hacia dentro. Buscamos el agua más profunda, el manantial interior. Aprendemos que la lluvia del cielo es ocasional y que conviene buscar una alimento más estable.
Quizás tú, como el campo, estés pasando por un periodo de sequía. Quizás tú también comprendes que ahora no estás para flores… y que necesitas ahondar y buscar la fuente dentro de ti… Entonces entenderás que todo ciclo, incluso cuando la tierra se seca, es momento para crecer.